lunes, 22 de agosto de 2011

Ahora los manifestantes israelíes deben definir
el significado de “justicia social”


Por: Mikaela Levin
Centro de Información Alternativa (AIC)



Los israelíes que tomaron las calles en demanda de "justicia social" ahora enfrentan un difícil desafío: ¿Qué significa la justicia social por la que están protestando? Mikaela Levin lo investiga.
Los jóvenes estaban exultantes; los mayores, emocionados. La multitud apenas se movía y el calor era insoportable, pero para todos los que estuvieron el sábado por la noche en el centro comercial de Tel Aviv fue una fiesta. Las caras y los carteles que sobresalían por encima de las cabezas de la masa humana eran pruebas incontestables de la heterogeneidad del movimiento que se autobautizó "Justicia Social". "Jaffa le dice no a la aristocratización", "La educación no es una mercancía", "La mayoría silenciosa pide resetear" y "Educación, Vivienda y Tierras, todo vendido en oferta" eran sólo algunos de la colorida variedad de slogans que acompañó a la masiva marcha.
"Este es algo increíble para Israel; aún si existen contradicciones internas en el movimiento, esto es algo nuevo", explicó Marcello Weksler, un veterano activista israelí activo en la lucha contra el colonialismo israelí y las políticas socio–económicas del neo–liberalismo.
Los medios israelíes hablan de unos 300.000 manifestantes en el país y entre 200.000 y 250.000 en Tel Aviv. Pero la realidad es que para las 22 la mayoría de la gente sabía que el movimiento se había multiplicado; más familias, más jóvenes y, especialmente, mas "ciudades campamentos" se habían unido al epicentro de las protestas nacionales en el campamento de estudiantes en el Boulevard Rothschild.
La aprobación el miércoles pasado de la ley de viviendas del primer ministro Benjamin Netanyahu había irritado aún más a los residentes de las acampadas y empujó a la calle a algunos de los sectores más moderados de la clase media. Enfrente del enorme edificio de la Organización Mundial Sionista, los manifestantes habían colgado durante la tarde un pasacalle gigante que cruzaba todo el boulevard. En él denunciaban con nombre y apellido a todos los parlamentarios que hacía menos de una semana habían votado a favor de la ley que creará comités para acelerar las autorizaciones que requieren las empresas constructoras para iniciar cualquier proyecto inmobiliario. Para el gobierno esto significará menos burocracia y más libertad para el mercado; para los manifestantes, tendrá como resultado más privatización, menos viviendas accesibles y absolutamente ningún nuevo proyecto de vivienda pública.
"La gente finalmente entendió que el problema es con el sistema neoliberal. Dicen que es una protesta social y no política porque tienen miedo de que los estereotipen como radicales o que los manipulen los partidos políticos; pero cada vez más estamos escuchando críticas al sistema neoliberal", analizó Weksler, mientras caminaba entre las cientos de carpas levantadas a lo largo del Boulevard Rothschild.
Los orígenes de este sistema neoliberal, continuó Weksler, se retrotraen a finales de los setenta cuando Menachem Beguin tomó el poder. "Hasta él, la austeridad había sido parte de la ideología del Estado de Israel", destacó el veterano militante. El ex primer ministro le vendió a un público muy receptivo una sensación de modernización, de apertura a la cultura occidental. Este proceso trajo consigo coca–colas y otros lujos, pero también un insaciable apetito por el consumismo y una jerarquía social y económica más evidente.
Weksler recordó especialmente el cierre de las fábricas en la periferia de las grandes ciudades, la reducción de las ayudas sociales del Estado de bienestar, y la privatización de los kibbutzim y la comercialización de algunas de sus más valiosas tierras para construir shoppings y grandes mansiones en los suburbios de ciudades como Tel Aviv. "Aquí en Israel no hay una tradición de protestas sociales, pero creo que la gente sintió que se había llegado a un límite", aseguró el ex miembro de las Panteras Negras y de Matzpen.
El problema es que este límite parece no ser el mismo para todos los manifestantes que el sábado a la noche tomaron las calles. Algunos demandaban educación gratuita y universal, otros reclamaban por un gobierno con políticas medioambientales responsables, otros por un servicio militar obligatorio para todos los ciudadanos de Israel y algunos, inclusive, por más viviendas baratas en los asentamientos en Cisjordania. Todos reconocían que existe un problema, principalmente el déficit inmobiliario, y todos demandaban "justicia social", pero hasta allí llegaba el consenso. "Algunas personas se están radicalizando con el movimiento protesta, pero aún no está claro cuál es el nivel de concientización política que existe", advirtió Weksler.
Por ahora la negativa del gobierno a cualquier diálogo logró mantener unida la protesta, inclusive, a fortalecerla. El domingo, apenas horas después que los 300.000 marcharan a través de las calles de las principales ciudades del país, Netanyahu anunció la creación de un comité que se reunirá con los manifestantes para un "verdadero diálogo". Pero advirtió: "Escucharemos a todos, pero no podremos satisfacer a todos".
En los próximos días, el movimiento tendrá que decidir cuáles serán sus términos en la negociación; en otras palabras, los líderes de la protesta se enfrentarán a la difícil tarea de definir su propio principio fundador: justicia social.


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